Una auténtica maravilla. Sonrisas, amor, acogida, respeto, educación, colores, alegría… son varios de los adjetivos con los que definiría esta magnífica ciudad, Antigua; antigua capital de Guatemala. Sería un poco hipócrita si dijese que el único objetivo con el que pensé ir a Guatemala fue para ayudar a aquellos que más lo necesitan…porque si miramos a nuestro alrededor veremos que hace falta mucha ayuda. Es experiencia, turismo, empaparse de la cultura, conocer gente…pero sin duda, lo principal, participar en proyectos de ayuda a niños que por circunstancias “X” la vida no se lo está poniendo nada fácil…proyectos donde no solo das lo mejor de ti para hacerles una realidad más llevadera o fácil, además de establecer un vínculo que se va a quedar para ti para siempre, también eres tú quien acaba viendo la vida de otra perspectiva, con otro prisma, teniendo en cuenta que si puedes permitirte cruzar el charco para llegar hasta allí es porque tienes mucho, mucho que agradecer…
Y en mi caso tuve la gran suerte de participar en dos proyectos, ambos mágicos, emocionantes, donde cada mirada se clava hasta lo más profundo de ti, y donde cada aprendizaje, risa, sonrisa, carcajada, conversación, terapia e incluso llanto dejan huella.
Amor desinteresado de los niños y niñas, como agarran confianza con los voluntarios en tan poco tiempo y como te hacen sentir de un país que acabas de conocer, tu propia casa…
Pláticas de primeros auxilios o sexualidad ha sido otra de “mis labores” junto a mis compañeras, totalmente necesario en un país donde el conocimiento acerca de ambos campos es bastante escaso…
Al fin y al cabo… todos los que queramos sumarnos a este maravilloso barco del voluntariado tenemos las herramientas más que necesarias para rompernos por dentro dando todo lo que tenemos a una gente que nos estará (estoy seguro) eternamente agradecidos.
Ojalá cuando vuelva, Antigua siga igual. Siga con la misma alegría de vivir y con la misma ganas de disfrutar hasta de lo que, desgraciadamente, no tienen o no les dejan tener.
Muchas gracias a Esperanza y Almudena, donde comenzó todo; pasando por Mario y Gerson por la organización y la ayuda; a la familia con la que estuve por acogerme 25 días como uno más; voluntarias; a los proyectos y a todas esas caras deseosas de aprender y disfrutar; acabando por la Nelly, una chapina que acompañé todo el vuelo de vuelta y donde no paré de aprender de esta maravillosa gente»